Sin miedo a la vida

El día amaneció despejado y con una temperatura perfecta. Arranqué mi moto y salí del garaje dispuesta a disfrutar del camino con una gran sonrisa. Me gusta mucho mi trabajo, así que el buen humor siempre me acompaña a pesar de los problemas que pueda darme la vida.
Cuando llegué al geriátrico, pude ver a Marga por la ventana del comedor saludándome con la mano. Cada día me recibía igual, con un saludo y una sonrisa. Era una mujer estupenda de la que aprendí mucho durante su estancia allí. Siempre me ha gustado escuchar y a Marga le gustaba hablar, así que ella satisfacía su necesidad de contar y yo la mía de aprender. Marga era diferente, alegre, transmitía una serenidad envidiable a pesar de ser una mujer muy activa para su edad, 92 años, y me mostró, sin pretenderlo, el secreto de la felicidad: vivir cada día como si fuese el último y mantener siempre una sonrisa, sobre todo en los peores momentos. Con ella perdí el miedo a envejecer.

¿Te gustaría recibir mis newsletters para conversar? Accede al formulario de suscripción desde aquí antes de irte o desde los menús en cualquier momento.

6 Comentarios
Agnodice
Lo que nos enseñan esta gente mayor es oro puro!
Isabel Veiga López
Es cierto. Yo trabajo con niños, es decir, en el otro extremo, pero me encanta escuchar a los mayores.
Pingback:
POETAS EN LA NOCHE
Qué maravilla, me encantaría ser como Marga.
Genial Isabel!
Gracias por compartir.
Un abrazo⚘
Isabel Veiga López
Muchas gracias. A mí también me gustaría llegar a su edad con esa serenidad.
Pingback: