Conócete para avanzar como escritor

No es la primera vez que escribo acerca de la concentración y la disciplina para escribir, pero es que sigue siendo mi obstáculo principal a la hora de ponerme a escribir, aunque he mejorado bastante.
Tengo varios artículos empezados en papel y otros en mente. Siempre ha sido así. Una idea me asalta y comienzo a escribirla para no olvidarla, que ya sabemos que lo que no apuntamos rápido, se nos va, aunque nos empeñemos en creer que no. A veces, llego hasta el final de la idea dándole forma de párrafos y esas cosas, pero no siempre. Mientras tanto, sigo leyendo-viendo-escuchando artículos ajenos o tengo alguna conversación con colegas del gremio, lo que genera más ideas para más artículos. Hasta aquí, no está mal. Lo bueno de escribir un blog de escritor es que las ideas están por todas partes; sólo hay que darles el toque personal que necesitan.
El problema viene cuando quiero retomar una de esas ideas para darle forma definitiva de artículo o relato, pero mi estado de ánimo, o de lo que sea, ha cambiado y no está por la labor de hacerme caso, por mucho que yo intente creer que tengo el control de la situación.
Elijo una idea ya escrita, incluso un borrador entero, y me propongo pulirlo para publicarlo, pero resulta que mi motivación no está al cien por cien en ese tema en ese momento y me cuesta un mundo y medio sacarlo adelante. Lo que suele suceder es lo que estoy haciendo ahorita mismo: escribo algo diferente que me atrae más. No es que crea que sea mejor ni más interesante. Es, simplemente, lo que me apetece escribir aquí y ahora.
¿Por qué me pasa esto?
Como resulta que me gusta analizar la psicología detrás de mis actos, me he dado cuenta, o eso creo, de por qué me pasa esto. Autoanalizarse ayuda a encontrar la raíz del problema, lo que, a su vez, ayuda a solucionarlo si se pone interés.
Punto 1. Motivación por impulsos
Me muevo por impulsos. Es decir, hay algo —una conversación, una noticia, un vídeo— que produce una reacción en mí, ya sea alegría, frustración, cabreo, mariposas en el estómago, ganas de vomitar, y mi mente empieza a darle forma de frases; no lo puedo evitar. Son frases que yo no pido, que se crean solitas con planes de ser compartidas, aunque no siempre lo son. Cuando creo que pueden ser útiles, las anoto para desarrollarlas más adelante, que no es en cualquier momento que el cuerpo me lo pida, y aquí está una de las bases del problema.
Lo de moverse por impulsos me gusta, pero si no les doy salida cuando aparecen, se van apagando. No es que deje de tener ganas de escribir acerca de ese tema que me motivó, sino que ya no siento la urgencia de escribirlo; le doy mil vueltas. Como yo no tengo todo el tiempo que quiero para escribir mis impulsos, tengo que ir a ratitos. Entre ratito y ratito, he oído más cosas, he leído otros artículos y, claro, nuevos impulsos me llaman, los anoto, me los quiero quitar de dentro lo antes posible para que no me quemen, y así quedan los anteriores algo relegados.
Por poner un ejemplo real, ayer quise retomar un artículo hablando acerca del precio de los libros, un impulso causado por la curiosidad aderezada con rebeldía tipo “pues no estoy de acuerdo”, algo muy normal en mí. Es algo que quiero compartir porque hay una pequeña posibilidad de no ser la única que piensa lo que quiero exponer, pero lo empecé hace más de una semana y la pasión me dice ahora que le da pereza, que ya si eso ya eso, que me tome mi tiempo en decidir cuál de los dos principios escritos voy a usar. Así que, en lugar de insistir, me dediqué a actualizar un artículo de hace diez años porque vendría muy bien para enlazarlo con otro del blog y, después, empecé a escribir éste que estás leyendo. Así va mi mente, de oca a oca y me vuelve loca, que es otra de las bases del problema.
2. Nanotiempo de capacidad de atención
Mi tiempo de atención es muy chiquitito y, además, es tipo Peter Pan, se niega a crecer. Voy probando estrategias que uso con los niños con los que trabajo, pero no funcionan conmigo; será por mi edad.
Yo lo intento, de verdad, pero creo que mi mente se aburre enseguida de estar centrada en la misma tarea, por muy interesante, voluntaria y productiva que sea esa tarea, y me lleva de un pensamiento a otro. Lo malo es que yo me dejo llevar sin darme cuenta.
Es normal que esté escribiendo, como ahora, con los cascos puestos, con música sin letra para aislarme del ambiente, para desconectar de cualquier posible ruido o conversación. El tema es que no puedo ni aislarme ni desconectarme de mí misma, una pena. Tal vez, debería haber pedido en mi carta a los Reyes «un cerebro con más capacidad de atención para centrarse en la misma tarea durante más tiempo.» He conseguido escribir todo este párrafo sin distraerme, bien por mí. Sigo, que estoy en racha, aunque la música me está taladrando un poco los oídos. Voy a cambiarla por sonidos de naturaleza.
Punto 3. Memoria de capacidad muy limitada
Otro ejemplo. De los temas tocados en mi última conversación con el escritor Javier C. Hidalgo, él ya ha escrito y publicado dos de ellos, puede que sean tres. Yo, ninguno. Soy de producción lenta, lo asumo para no deprimirme ni mojar el teclado con mis lágrimas.
El pobre Javier ya ha sufrido en sus carnes mi síndrome de memoria de Spectrum, porque tiendo a interrumpirle. Ahora ya sabe que hago unos esfuerzos enormes por estar callada mientras él habla. Pero es que, éste es otro problema, si no digo lo que estoy pensando en ese momento, es muy posible que lo haya olvidado cuando me toque hablar a mí, y eso da mucha rabia. Centrarme en lo que me están diciendo, porque me interesa de verdad, y, a la vez, intentar no olvidar lo que quiero decir, es demasiado nivel de atención y memoria; mi cerebro, que lo tengo, podría explotar si no lo hubiese entrenado para aguantar.
Que me dice mi marido que debo añadir que no sólo interrumpo a Javier, sino a todo el mundo. Pues, ea, añadido queda. El primer paso es reconocerlo y yo, como ves, doy muchos primeros pasos y lo reconozco abiertamente. Es mi manera de pedir disculpas a los interrumpidos, tanto por el pasado como por las futuras interrupciones.
Tener memoria limitada está, en este caso, relacionado con mi breve capacidad de atención. Para recordar lo que quiero decir o hacer, tendría que prestarme atención a mí misma, estar centrada en mis pensamientos a la par que en la conversación. Muy complicado.
Por cierto, de los artículos de Javier, te recomiendo sus entradas numeradas, que son su diario de escritor. Sus experiencias diarias como escritor novel, sus opiniones, cómo se crean las historias en su cabeza y cómo las desarrolla.
Organizarse para avanzar
Ahora, un año después de empezar este blog, he conseguido organizar mi tiempo y eso me ayuda a avanzar en mi escritura, pero no es suficiente. No arregla mis problemas de atención, aunque los mitiga.
Me pasé todo el 2019 cambiando de estrategias. Ya sabes, prueba y error. Escribir artículos durante la semana y la novela el fin de semana. Artículos el fin de semana, novela durante la semana. Correcciones de texto (no profesionales, que no soy correctora) por las mañanas cuando no trabajo y lo demás por las tardes. Mandar todo a freír puñetas. Empezar de nuevo. Lo de la lectura es lo único que no ha cambiado. Leo por la noche en la cama.
Ahora mismo, lo que me está funcionando es escribir los artículos en mis descansos del trabajo y la novela en casa. Eso sí, escribir los artículos en mi correo, no a mano. Parece una tontería, pero me da esa sensación de tarea hecha, no de borrador. Pensar que sólo tengo que copiar-pegar puliendo el producto, me ayuda a estar más tranquila, lo que, a su vez, me ayuda a centrarme en la novela cuando es su turno. Como no tengo ninguna intención de dejar mi trabajo, es importante que, cuanto antes, consiga compatibilizarlo con mi oficio de escritora. Creo que, por fin, he dado con el equilibrio casi perfecto.
Resumiendo, pero no terminando
No disponer del tiempo necesario para escribir mis impulsos de principio a fin de una sentada, tener una muy limitada y breve capacidad de atención, y que mi memoria no dure demasiado, perjudican mi productividad como escritora. Tengo las ideas, sí, pero no sirven de nada si no consigo plasmarlas como se merecen, incluso aunque no las comparta. No me gusta ser así, pero sé que aceptarme es la mejor opción. Aceptarme y entenderme, o al revés.
No sé si este artículo puede ser interesante para alguien, pero yo necesitaba escribirlo, y necesitaba hacerlo ya, aprovechando que tenía tiempo y el impulso se mantenía vivo.
A veces, leer que otros escritores pasan por lo mismo que nosotros, nos alivia un poco para darnos cuenta de que no somos raros, no estamos defectuosos. Y es que, la verdad, cansa mucho leer las historias de los que te cuentan que todo es maravilloso, que escriben a tutiplén, que en dos horas escriben un estupendo artículo.
Por eso he decidido compartir mis desesperos, por si hay alguien ahí, tal vez tú, a quien le pasa lo mismo que a mí y podemos reírnos juntos de nosotros mismos, porque tomarnos en serio y agobiarnos por ser así nos produciría cólicos mentales que degenerarían en ansiedad y, posiblemente, abandono de todos nuestros proyectos. Me niego rotundamente a que algo así me suceda, por eso prefiero hablarlo, como en un grupo de autoayuda, «hola, me llamo Isabel y soy de atención breve, como los peces. Anda, tenéis pastelitos, qué bien, aunque estoy a dieta, menos la semana pasada que tuve que ir a España y allí comí todo lo que pude y algo más, porque tengo que aprovechar cada vez que voy…» Y así, queridos niños, es como va mi mente, saltando de un tema a otro con una aparente lógica que me hipnotiza para apartarme de mi plan.
Terminando, ahora sí
Ya ves, a cada uno le funciona lo que le funciona. Yo, con música; tú, si ella. Yo, de noche; tú, madrugas y por eso irás a infierno, avisado estás. Yo, en casa; tú, en un bar o biblioteca.
No se trata de copiar fórmulas ajenas, sino de experimentar con ellas. Eso nos ayuda a conocernos, ver lo que no nos funciona, adaptarlo a nosotros mismos. Y así, una y otra vez, hasta que comprobemos que vamos por el buen camino.
Es un esfuerzo que debemos hacer si queremos alcanzar metas. Uno de esos esfuerzos que nadie nos cuenta, pero que son imprescindibles para llegar a nuestro objetivo, sea en la escritura o en la vida. Siempre hay que plantearse qué estamos haciendo mal, por qué no funciona nuestro sistema, qué debemos cambiar. Sobre todo, hay que ser flexibles y estará dispuestos a cambiar, cosa que no es fácil para todo el mundo.
En otra ocasión, tal vez escriba lo que otros ya han escrito: estrategias para conseguir esa concentración. De momento, voy a dejarlo aquí para no forzar la máquina, no sea que se rompa.
Si te apetece, cuéntame en los comentarios qué técnicas usas tú para concentrarte, para retomar tus artículos y relatos cuando ya han surgido otros en tu cabeza.

¿Te gustaría recibir mis newsletters para conversar? Accede al formulario de suscripción desde aquí antes de irte o desde los menús en cualquier momento.

2 Comentarios
ItzelZM
Hola, me siento identificada contigo. Exactamente, así me pasa. Tengo buenas ideas, las repaso en mi mente, pero no puedo concentrarme, no sé cómo organizarme. Me gusta mucho lo que escribes. Saludos.
Isabel Veiga López
Muchas gracias. Es muy difícil ser así. Tenemos que hacer un esfuerzo extra para sacar nuestras historias adelante. Como he dicho, aceptarnos es el primer paso. Si nos conocemos y nos aceptamos, será más fácil establecer estrategias que nos funcionen. Me alegra saber que no soy la única en esta situación 😄