
Eres escritor, no profesor

¿Qué se necesita para ser profesor? Si me respondes «estudiar magisterio» -o lo que se estudie en tu país-, me estás dando una respuesta incorrecta. No he preguntado para trabajar, sino para ser.
Si dices «saber mucho del tema que enseñas», te estás equivocando otra vez porque me das una parte muy pequeña de esa profesión. Tienes que saber más que tu alumno, incluso más de lo que le vas a enseñar, pero no siempre necesitas saber mucho.
Estas respuestas demuestran que no tenemos muy claro lo que significa enseñar, que no es sólo soltar información para que otros la repitan. Es mucho, pero mucho más, y está infravalorado. Sólo hay que ver la cantidad de gente que se dedica a dar cursos porque sabe de algo. Sólo hay que escuchar la cantidad de quejas de alumnos hacia esos «profesores».
¿Qué se necesita para ser profesor de escritura o corrección o maquetación o informática? Estoy segura de que lo de estudiar magisterio ya no está en tu respuesta, ¿verdad? Aquí bajamos el nivel de titulitis porque todo lo que se aprende en la universidad acerca de la educación deja de tener importancia, como si lo aprendido allí sólo se pudiese aplicar en colegios e institutos.
Lo de saber mucho del tema que van a enseñar lo vamos a mantener como respuesta, ¿a que sí?, pero es muy posible que sustituyas lo de magisterio por experiencia, algo que te demuestre que ese «profesor» sabe de lo que habla. Pero, ojo, que no se pide experiencia como docente, sino como escritor, corrector, maquetador, informático. Con estas expectativas, así nos va. Pagamos por cursos en los que no disfrutamos ni aprendemos lo suficiente. En fin.
El que más sabe no siempre es el que mejor enseña.
Piensa en esa amiga que tiene conocimientos de informática a nivel usuario y con la que estás aprendiendo mucho más que con tu profe, con todos sus títulos y sabiduría sobre el tema. Piensa en tu abuela, con la que aprendes a cocinar y calcetar mejor que en cualquiera de los cursos que has pagado.
Por poner un ejemplo real, muchos españoles llegan a Inglaterra pensando en sacar un dinerillo dando clases de español sin haber preparado ni una clase en su vida. Son los mismos españoles que creen que un inglés, sólo por ser inglés, les va a enseñar mejor que un español con años de experiencia enseñando el idioma. ¿Un español enseñando inglés? Venga ya (nótese el sarcasmo). El fracaso está garantizado en los dos casos: enseñar español y aprender inglés. Lo sé porque lo he visto.
Hay cierto personaje público bastante conocido en lo suyo que enseña en radio y televisión. Le he escuchado cuando hace programas con alumnos porque reconozco que aprendo, pero aprendo porque no estoy en su clase, sino tranquila en mi casa. Jamás sería alumna suya, ni gratis. Pedagogía, cero; adaptación al alumno, cero; esfuerzos para que el alumno esté cómodo, cero; ambiente distendido para que el alumno disfrute mientras aprende, cero; conocimiento de las necesidades del alumno, cero. No, a mí no me pilla ese hombre en sus clases. Lo he oído pasar un buen rato riñendo públicamente a una alumna porque no aprendía de la manera que él se empeña en enseñar ni al ritmo que él exige que aprenda.
Cuando yo trabajaba como formadora en los centros cívicos en España, mis clases tenían una lista de espera muchísimo más larga que la de mis compañeros. ¿Por qué? Porque, aunque ellos sabían más que yo, no tenían paciencia para enseñar a principiantes, o no sabían por dónde empezar ante una clase donde la edad media era de 65 años. No se adaptaban a los alumnos. Yo, por el contrario, disfrutaba con ellos porque sabía cómo conectar. Me ponía a su nivel sin esperar que ellos se pusieran al mío; entendía que el propósito principal de esos cursos no era educativo sino social y psicológico.
Por cierto, aunque estoy usando la palabra «profesor», lo correcto sería decir «formador», aunque creo que es una cuestión de contratos más que de la actividad en sí misma. Seguiré con «profesor».
TRABAJAR de profesor no significa SER profesor
Esto se puede aplicar a cualquier profesión, claro, pero hoy estamos hablando de la enseñanza relacionada con la escritura.
Escucho/Leo a muchos escritores decir que son profesores de escritura. Han dado ya varios cursos, tienen libros publicados, bla bla bla. Veo en youtube algún taller gratuito impartido por ellos y no puedo evitar pensar «menos mal que tengo esta muestra para saber que no me voy a gastar el dinero en sus cursos». Seguro que mucha otra gente no piensa eso y por eso siguen teniendo alumnos, pero yo soy exigente con la profesión de docente. No son profesores, sólo dan clases. No, no es lo mismo.
De la misma manera que no pido que un profesor de inglés sea inglés, sino que sea profesor, tampoco pido que un profesor de escritura haya publicado libros, sino que sea profesor, que sepa lo que tiene que hacer cuando está enfrente de una clase, que sepa preparar los contenidos, que sea flexible en sus métodos de enseñanza, que se adapte a los alumnos.
Si además de ser profesor, ha publicado, tiene un blog interesante y otros extras, mejor que mejor, claro.
Cursos de escritura
Los cursos a los que queremos acceder los escritores son muy caros. Si abaratasen el precio de sus cursos como abaratan el de sus libros, todos tendríamos más oportunidades. Pero ése es otro tema.
Lo que quiero decir es que cuando pagamos por un curso, esperamos que esté a la (gran) altura de su precio. No sólo queremos aprender, sino que queremos hacerlo de una manera dinámica, entretenida, interactiva. No hace falta que la primera clase empiece in media res; con que empiece con una buena frase que capte nuestra atención y no nos pierda en los primeros cinco minutos, nos conformamos.
He visto talleres en los que la primera media hora era para contar la biografía de quien impartía la clase. Lo bueno de youtube es que puedes dar p’adelante al vídeo e ir a lo importante, pero si es en directo no puedes hacer eso y has perdido media hora de tu vida como escritor y como persona. Si, además, pagas por algo así, también pierdes dinero.
También he oído eso de «es mi manera de enseñar». Bueno, pero si tus alumnos no están pillando el concepto, eres tú quien tiene que ser flexible y tener un plan B. Eres tú quien tiene que cambiar la manera de enseñar porque ellos no pueden cambiar la manera de aprender.
Fórmate como profesor
Para ser escritor, te formas como escritor; para ser ilustrador, te formas como ilustrador. Si alguien te dice que es corrector profesional, le preguntas qué cursos ha hecho, qué formación tiene. Si no tiene ninguno, dirás que hay mucho intrusismo en el sector y esas cosas. Pues lo mismo pasa con los «profesores» de escritura y de cualquier enseñanza no reglada, y no protestas. Pero para protestar, ya estoy yo, que no se me da mal, creo.
Si vas a ser profesor, fórmate como profesor. Ojo, que aquí hablo de las personas que nunca sintieron el gusanillo de la enseñanza, las que jamás han enseñado ni lo habían pensado hasta que lo vieron como una manera de sacar un dinero extra. Las demás, las que lo tenemos como una vocación, nos interesamos en ello de manera natural para hacerlo bien.
No hace falta que vayas a la universidad, sino que seas autodidacta. Echa un vistazo a diferentes métodos de enseñanza, lee libros especializados en el tema, cotillea vídeos de los demás dando clases y copia sus métodos. Tú das clases a adultos, pero te aseguro que los métodos para niños te van a funcionar adaptándolos. Tus alumnos tendrán diferentes niveles en conocimientos, en motivaciones, en metas. No puedes tratarlos a todos igual. ¿Qué hacer con un alumno Asperger? ¿Y con uno que está pasando por un mal momento en su vida?
No me entiendas mal. No digo que un escritor no pueda ser profesor. De hecho, muchos de nosotros nos dedicamos a la enseñanza en nuestro trabajo habitual. Lo que digo es que tener conocimientos y experiencia en tu campo no significa que sepas transmitir esos conocimientos. Hay profes aburridísimos que se dedican a soltar un discurso olvidándose de que están enfrente de alumnos. Hay otros que te atrapan desde el primer momento, y no porque sepan más, sino porque saben conectar.
Si eres escritor y quieres dar clases de escritura, adelante, tal vez hay un profesor en ti y no lo sabías, pero no trabajes de profesor; sé un profesor. Si no estás dispuesto a hacer el esfuerzo, quita eso de «profesor de escritura creativa», cámbialo por «doy clases de escritura creativa» y baja el precio de tus cursos al nivel de tu calidad.

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14 Comentarios
Carlos Roldán
Ser profesor -yo prefiero decir «ser maestro»- es algo tan íntimo, tan vocacional y tan personal que yo, maestro jubilado tras 37 años practicando mi afición docente, no soy capaz de explicar. La mayoría de las noches sueño con mis clases y con mis alumnos y estos sueños son extremadamente gratificantes. No se aprende a ser maestro o profesor: te podrán dar conocimientos pedagógicos, instrumentos, muchas nociones de psicosociología y de didáctica, pero la capacidad y el arte de enseñar, que no de educar, pues la educación corresponde a la familia, son como la Fuerza en Star Wars: los tienes o no los tienes. Y si no los tienes sólo eres un transmisor de conocimientos, o sea, una Wikipedia humana.
Isabel Veiga López
Estupendas palabras. Tú me llevas mucha ventaja en esto de la docencia. En este caso he usado la palabra «profesor» porque me refiero a alguien que enseña una única materia. Cuando hablo de coles, yo también prefiero la palabra «maestro. Gracias por tu comentario y por leerme. 🙂
Paloma Peña
Hola Isabel. Suscribo lo que cuentas y estoy de acuerdo con lo añadido por Carlos en su comentario.
Quienes me conocen me han escuchado decir multitud de veces que “terapeuta ocupacional se nace, no se hace”.
Hay profesiones en las que por mucho que se estudie hacen falta otros componentes como la empatía, la comprensión y la adaptación al usuario/cliente, que no se consiguen título mediante. La de profesor (coincido de nuevo con Carlos en qué me gusta más maestro) es una de ellas.
En el tema de los cursos mejor no me meto, porque da para una enciclopedia. Hay demasiado vendehumos, con bonitos envoltorios pero huecos por dentro, que ahí seguirán mientras encuentren incautos que les compren.
Tus alumnos son afortunados de tenerte cerca. Un abrazo.
Isabel Veiga López
Hola, Paloma. Muchas gracias. Como le he dicho a Carlos, he usado la palabra «profesor» en este artículo porque hablo de quienes enseñan una sola materia. La palabra «maestro» también me gusta más e intento usarla más a menudo, pero aquí me encajaba mejor la otra.
Tú, como yo, que estamos en la escritura rodeadas de esos vendehumos, sabes muy bien lo carísimos que son esos cursos y lo poco preparados que están muchos de quienes los imparten. Para algunas profesiones, quien no tiene la vocación, pues no la tiene, y no hay más. Saludos.
Carlos Roldán
Os digo una cosa: es un gustazo leer tu blog, Isabel, y leer los comentarios de tus seguidores y amigos. Consigues que no se pierda la fe en los seres humanos (y tú sabes que yo soy más de perritos). Un saludo para todos.
Isabel Veiga López
Qué puedo decir, me has ruborizado 😊 Ya sabes que tú y yo coincidimos en estos temas de la enseñanza. Todavía tengo mucho que aprender de ti. A ver si nos conocemos pronto en persona. Seguro que la conversación va a ser muy amena. 😉
Carlos Roldán
You can be sure of that…
David Cascant
¡Ay! Esos profesores que intentan trasmitir la pasión por lo que enseñan, que viven en una realidad en la que la línea entre el trabajo y la vida es apenas existente, por amor a lo que hacen.
Esas personas son las que dejan huella en nuestra memoria, en lugar de aquellas que nos hicieron huir de un aprendizaje, por impuesto, despersonalizado y por no tener la paciencia para una mente no preparada.
Carlos Roldán
¡Sí! Completamente cierto.
Isabel Veiga López
Hola, me alegra leerte por aquí, gracias por venir. Sí, ser maestro / profesor es dejar buenas huellas, no es sólo soltar contenido y esperar que los demás aprendan aunque no les guste. Por eso, en España distingo a los funcionarios (trabajan de maestros, pero son funcionarios) de los maestros (son maestros, aunque tienen contrato de funcionario). Y lo mismo con médicos y otras muchas profesiones vocacionales. Saludos.
David Cascant
¡Encantado de estar en tu blog, y de leerte!
El mundo de la docencia, de la educación en general, me da pena, por la manera en que -en muchas ocasiones- en lugar de despertar pasiones las apagan.
Como ya estoy en una edad en la que puedo hacer de abuelo Cebolleta, no me canso en recomendar a cualquier adolescente que se ponga a tiro, que utilice el inmenso mundo de internet para educarse en cualquier materia, en lugar de esperar a ser formado en las instituciones tradicionales. ¿Será una batalla perdida?
Isabel Veiga López
Uno de los problemas, en mi opinión, es que la educación es un valor que se da por supuesto y, por lo tanto, deja de ser un valor para convertirse en una carga. Los niños y adolescentes van al colegio porque tienen que ir, pero nadie les explica por qué es importante, por qué son afortunados de tener esa educación.
Mi hijo es adolescente, yo soy maestra de apoyo para necesidades especiales, escribo, leo mucho… Pues no he conseguido que mi hijo leyese nada durante la cuarentena. A veces, mira vídeos interesantes de ciencia o psicología o biología, pero la mayor parte del tiempo, ni eso. Todavía no quiero pensar que es una batalla perdida.
David Cascant
Quizá es porque viven en un mundo tan sobreestimulado que les cuesta pensar claridad, me gusta tener acceso a todo, viniendo de nuestra generación, pero no envidio la suya.
A mi hijastro adolescente le encanta leer, se enganchó fuerte a Juego de tronos, pero en cuanto le regalaron su primer portátil, apenas volvió a coger un libro, salvo cuando era el único objeto de evasión no restringido en casa.
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