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La calle decadente
«No sé por qué acepté», pensaba Juana camino del bar. «Con lo bien que estaba yo en mi casa. Que no sé decir que no, ya está. Y eso que me había obligado a descansar hoy, pero, oye, me llama la Merce y enseguida digo que sí. Es que, claro, no la veo desde hace tiempo y quiero que me cuente cómo le va, pero bien podía haberme llamado a la hora del café, digo yo. Y mira que le he dicho que fuese a mi casa, pero que no, que quiere quedar, precisamente, en este bar. ‘El de la Ciudad Vieja, el de siempre, ¿te acuerdas?’ El de siempre,…