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Del amor al odio
Dicen que del amor al odio sólo hay un paso, pero no es cierto. Entre el amor y el odio está la decepción. Y el dolor, mucho dolor. Es tan intenso que podemos sentir físicamente cómo nuestro frágil corazón se resquebraja. Entonces, surgen las lágrimas y la confusión con sus mil porqués. Nos falta el aire, nuestra mente no puede pensar, notamos una opresión en el pecho. Y siguen los porqués. Cuando alguien a quien amamos profunda e incondicionalmente nos traiciona, no lo odiamos de repente; de hecho, puede que nunca lleguemos a odiarlo. Primero nos hundimos, lloramos sin consuelo, intentamos asimilar lo que nos está pasando y por qué…
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Amarga y feliz victoria
Se marchó. Después de mucho tiempo luchando por su relación, se marchó. No hubo enfados, ni lágrimas, ni explicaciones. Sencillamente, cogió sus recuerdos, sus pedazos, los puso alejados del corazón para que no doliesen más y emprendió el camino. Siempre había pensado que cuando llegase ese momento iba a estar confusa y triste; se sorprendió al comprobar que sólo la tristeza aparecía. No había confusión, ni siquiera había preguntas porque, en el fondo, ella siempre había sabido lo que estaba pasando y lo que tenía que pasar. Después de unas horas pensando en lo que había ocurrido, se sintió mejor, más ligera de emociones, con menos peso en el alma…